Consiliarios de la Junta Central de Hermandades de Semana Santa

Nuestra Semana Santa, de muy buena solera espiritual va “in crescendo”. Progresa cuantitativamente y se pretende que tenga idéntico avance en calidad. Esta es la mejor prueba de su pujante vitalidad.
Pero no solo debe enriquecerse nuestra Semana Santa, con un mayor número de penitentes y con un más amplio recorrido procesional, sino que precisa también de una mayor formación litúrgica en todos, para que participen más activamente en los actos del templo.
La Junta Central, órgano coordinador de las Hermandades, se preocupa mucho de esta formación y todos deben convencerse de que la liturgia de la calle se nutre de la del templo, y que a ella debe su fuerza y vigor.
Es muy corriente y vulgar la afirmación de que nuestra Semana Santa reviste caracteres especiales de recogimiento, austeridad y gravedad. Desde antaño fue así. Pero ¿Dónde aprendieron los torrentinos de hoy estas virtudes que tanto les enaltece? Provienen, indudablemente, de la educación recia y cristiana que recibieron en sus hogares, saturados de cristiana piedad.
La Semana Santa de hoy es obra de ayer, y la de mañana será el fruto de la siembra de hoy. Por eso no podemos solo vivir de tradiciones estancadas, que paulatinamente pierden se contenido. La tradición es cosa que se hace cada día y por eso nunca está completa.
La tradición debe conservarse y renovarse, si no queremos que se convierta en un peso muerto. La Junta Central debe lograr que a la configuración recia y austera de nuestros desfiles se uniera la formación litúrgica y participación activa de los hermanos, habría conseguido vitalizar nuestra tradición, empujándola hacia un mañana mejor.

José González Frasquet
(Saluda Revista año 1957)

Con estas palabras queremos agradecer el apoyo de los consiliarios que nos han acompañado en este camino que empezamos hace ya 75 años. Ellos nos muestran como debemos actuar en nuestra vida cotidiana, nos enseñan a que nuestra fuerza por seguir los pasos de Jesucristo está en la Eucaristía. Nos da fuerza para comprometernos y ayudar a los demás, especialmente, en nuestro trabajo por los demás en el campo de la Semana Santa.